Este año 2012 empieza con una nueva preocupación. No es la crisis que todos nos anuncian, nos venden y nos inculcan, esa crisis que nos deja con un miedo corporal y mental que nos hace dudar de nuestro futuro.


No, es la climática. Estamos cansados de intentar concienciar a la gente de que el cambio climático es real. Es una amenaza constante e ininterrumpida, ocasionada por nuestro desfasado nivel de vida y el abuso que estamos haciendo de los recursos agotables del planeta. Nosotros estamos en una zona especialmente delicada y débil. La montaña necesita un equilibrio que año a año le estamos negando. El calor es frecuente, cada día más fuerte. Las precipitaciones son más escasas. Las nevadas, son... ¿dónde están las nevadas? ya no son. No se producen. Los temporales aparecen... y se van. No se quedan. No se acumulan esos míticos espesores que nos vendieron la primera vez que llegamos a Maraña. Nevadas de dos metros, nevadas que aislaban del mundo. Nevadas míticas. Nevadas que veremos cada vez menos. Todo ello se une al calor intenso, poco apropiado de meses invernales. Se producen heladas matinales, pero al llegar al mediodía todo se derrite por el calor agobiante. Las nubes ni siquiera aparecen, no se asoman por la montaña, y si lo hacen es para dar sombra o provocar una ligera precipitación en forma de orbayo refrescante, pero insuficiente.
Somos pesimistas porque estamos perdiendo las estaciones. Somos alarmistas porque esta escasez nos va a pasar factura en meses realmente secos y duros como agosto y septiembre.
Esperemos que las ansiadas nevadas lleguen pronto, queremos ver un monte nevado, deseamos tener que pisar nieve durante muchos días seguidos. Necesitamos que la tierra se empape de nieve para acumular humedad. No queremos una primavera a destiempo, queremos un invierno real.

¿Dónde están las nevadas de otros años?

No hay comentarios:

Publicar un comentario