Semejanzas de dos mundos lejanos pero muy parecidos en dos lugares distintos del globo. Allá lejos, al Sur, la Patagonia austral. Aquella que los argentinos reivindican como suya y los chilenos reclaman como conjunta. El caso es que ambos países desprenden un aroma patagónico indiscutible. Soledad, silencio, luz y color, viento y oscuridad, inmensidad en estado puro. Las cuatro estaciones dibujadas con mano de artista. La grandeza del paisaje en horizontes infinitos, y la brutalidad de las condiciones en su máximo esplendor.



A este lado del planeta nos encontramos con Maraña, dentro del Parque Regional de Picos de Europa, a los pies del Mampodre. Ubicada en un valle lineal paso de vendavales y tormentas, ventiscas y rayos de sol. Pasto de ganado y bosque húmedo. Cálido, frío, solitario, donde la llamada de las bestias encuentra ecos olvidados y respuestas en la Peña Hoguera. Un lugar para vivir y disfrutar, para sufrir y sentir, para apreciar el valor de una vida salvaje que se goza al adentrarnos en sus sombras o alcanzar las cumbres luminosas.



Te invitamos a que descubras que la Patagonia no está tan lejos. La tienes a la puerta de casa, en el último valle, en el último pueblo, donde termina la carretera pero viene el panadero. Donde el ganadero te tiende la mano y la nieve te dibuja un sendero. Aquí encontrarás una ventana y una puerta que miran al Sur, una cama a poniente y otra a levante, y tu mirada a lo alto a la cima del buitre, donde reposa la nube y se baña la luna.
No digo más, ven y dime que es verdad.

Nocturna desde las Cabañas Patagónicas, ¡¡simplememte impresionante!!



Para movernos por fuera de las cabañas, lo mejor, las raquetas de nieve.



Raquetas que no han sustituído a las tradicionales madreñas, calzado popular y muy utilizado por las gentes de Maraña.

Las Madreñas

Los cerezos silvestres, empiezan a sacar sus hojas.

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