Buen tiempo, buen tiempo y más buen tiempo. Buen tiempo para disfrutar por el bosque y el monte, pero también un buen tiempo prolongado que retrasa la aprición de las esperadas setas y adelanta la caída de la hoja otoñal. Pero como eso no nos importa porque es lo que hay y no se puede evitar, lo intentamos aprovechar de la mejor manera.


Como un paseo por lo alto de los Majadones, mirando a norte y sur, llegando al bosque de los tejares y regresando por la antigua pista del Corón.



El clásico paseo hasta la laguna de Mampodre, en el circo del mismo nombre. El maravilloso valle del silencio.  Donde pastan vacas y caballos guardados por mastines leoneses.


La luz del otoño tiene una calidez especial. El brillo del rocío mañanero y los tonos amarillentos de las hojas de los árboles, tiñen los campos de resplandor fresco y animado.


Aprovechamos para seguir la señalización, recientemente puesta por el ayuntamiento, y emprender la subida más clásica del Pico de la Cruz. Por el valle de Valverde.


El valle de Valverde es refugio habitual de vacas y caballos, rebecos en las peñas y, ocasionalmente, como en este caso, de venados. Ciervos que al atardecer bajan a los bosques y se lanzan a la berrea más tradicional.


Del Pico de la Cruz bajamos al collado de Valverde para contemplar uno de los collados más afilados de la cornisa cantábrica. Luego seguiremos bajando hasta la laguna de Mampodre para cerrar el círculo montañero. Una jornada exigente por la pendiente y el desnivel de subida y bajada acumulada.


El trabajo nunca cesa y siempre nos surgen nuevas mejoras y necesidades. Como el empedrado del acceso al comedor. Piedra a piedra, poco a poco, se hace el caminito saneado.


y vuelta al campo, a descubrir otros valles, otros senderos, un poco más alejados de Maraña, pero cercanos en tiempo. Todos ofrecen un montón de bellezas que hay que descubrir.


Pero como ante todo queremos enseñaros las gozosas maravillas que rodean Maraña, nos quedamos con el monte de la Boyería y su "Pequeño Recorrido" señalizado. El madrugón merece la pena porque nos despertamos con los sonidos del bosque. Del silencio y los cantos de los búhos al trino de los pájaros, el correteo de los corzos sobre las hojas recién caídas de las hayas y el colorido del otoño recién estrenado.

Éstas también están. No podemos ignorarlas, es más, las necesitamos como a ninguna. Ellas son la esencia de los campos Marañones.


Las cabañas a lo suyo, coloridas y relucientes por las nuevas luces.


Nos juntamos con nuestros amigos de Redipollos para recorrer la ruta desde allí hasta Maraña. Un lujo que transita por robledales, pinares y pastos de altura...

... bajo las laderas de la Polinosa...


... en la collada Fermosa, mirando a las cimas del macizo...


... y el Parque Nacional de Picos de Europa. En la foto, sacada por María, estamos, de izquierda a derecha: Gorka, María, César, Jacqueline, Jesús y Ramón.

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